Mientras escribo esta pequeña crónica, veo a Martica mi esposa, organizar el pesebre, porque es tradición, aunque poco a poco se va perdiendo, representar la natividad, con imágenes de pastores, casitas, animales, pero sobre todo la gruta donde se colocan las imágenes de María y José y la del niño Jesús, en la víspera de la Natividad. Es lo que le hemos enseñado a nuestros seis hijos, ya mayores, durante los treinta años de matrimonio. Con destreza artística, cada figura es colocada en su sitio hasta formar un hermoso paisaje. Animada por los villancicos que invaden nuestro espacio doméstico, y tarareando algunos, no dejo de mirarla. Está agradecida, porque la navidad tiene mucho que ver con nuestro matrimonio, por eso reza mientras con curiosidad, organiza las luces adorna la gruta, para la novena con casi veinte niños del vecindario, que se inicia el día diez y seis. Al mirarla, vienen a mi mente paisajes, momentos pasados de la vida familiar, y sólo puedo contemplar la fidelidad de Dios en la abundancia y en la escasés, en la salud y en la enfermedad, en el sufrimiento que causan los hijos y que nos causamos mutuamente. Dios es fiel, no nos ha abandonado por esos constantemente surge la necesidad de reconciliarnos.
La navidad es una fiesta de la familia, pues el amor merece celebrarse amando, creando comunidad, generando lazos de unión familiar que se fortalecen en la vivencia eucarística.
Mañana la vida será igual pero qué diferente es vivirla desde la experiencia del amor que no termina, porque Dios es fiel.
A todo mis amigos y los que quieren serlo ¡FELIZ NAVIDAD!
Ernesto.